Leica X1: dentro y fuera © Juan Luis Polo
Si tuviese que resumir mi experiencia con la Leica X1, sería bien fácil: es tan sólo una cámara de fotos. Tal afirmación puede parecer una perogrullada absoluta, pero es que hoy en día el concepto de «una cámara de fotos» ya no es tan evidente: desde un teléfono que hace fotos, que además permite bajar un software que permite ajustarlas como si de Photoshop se tratase y acto seguido subirlas a una red social con la esperanza de recibir un «me gusta», hasta una cámara de fotos que permite mediante GPS posicionar la foto en un mapa o aplicar filtros sobre la marcha, estamos ante la permanente mezcla de tareas bajo un sólo mecanismo, en la búsqueda de la cámara / telefóno / PDA que lo hace todo.
Frente a este concepto la Leica X1 es algo único: sólo hace fotos. Ni tan siquiera permite grabar vídeo. Y el diseño de la cámara rememora el estilo Leica al dedillo y no es casualidad, porque buscan huir del formato «gadget» de manera clara. Podría parecer que la Leica X1 tiene un futuro difícil por delante, visto que parece que los humanos buscamos cada vez más el teléfono multiusos tipo navaja suiza o la reflex que permite contestar llamadas. Sin embargo, hay un espacio para aquellos que cuando queremos reflejar un concepto en una imagen, sólo queremos eso, conseguir una imagen. Y buscamos la herramienta que nos lo ponga fácil.
Y una de esas herramientas es la X1, tras unos breves días con ella.
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